Caguas preserva su legado en la industria del tabaco boricua
A través del Museo del Tabaco Herminio Torres Grillo
Representación a escala del proceso de elaboración del cigarro. (Pedro Guevara Reyes)
Desde que se clava el primer pie en la entrada, el aroma del tabaco seco penetra sigilosamente las fibras de la mascarilla. Un empleado toma la temperatura de las personas que llegan y les indica el espacio correspondiente para que firmen el libro de visitas del Museo del Tabaco Herminio Torres Grillo en Caguas.
Este proyecto municipal, que tiene sede en el casco urbano desde el 2000, mantiene la tradición tabacalera de la región mediante carteles informativos, objetos originales, réplicas, talleres y la fabricación de sus propios cigarros para la venta.
Entre un grupo de visitantes, una señora saca su celular y le enseña una fotografía en blanco y negro al guía. “Esa es mi abuela”, dice. La pantalla del móvil muestra una dama trabajando en el despalillado del tabaco, un proceso en el que se elimina la vena central de la hoja de esta planta. Casi todas las personas que realizaban esta tarea eran mujeres, según el Museo cuya entrada es gratis.
Créditos · Antes: Municipio Autónomo de Caguas. Después: Pedro Guevara.
La pared trasera del edificio deja ver tímidamente los ladrillos que adornaban la estructura original que se construyó, en el último cuarto del siglo 19, como taller del herrero Rafael Ortiz. De este muro, cuelgan tableros informativos que imprimen la historia de este producto que figuró como unos de los principales motores económicos de Puerto Rico. “En 1940, la industria del tabaco compartía con la industria de la aguja el 50 por ciento que representaba el empleo femenino en la categoría de trabajos de cuello azul”, expone uno de los carteles.
La dueña del celular dijo que estaba en Puerto Rico de vacaciones y que quería visitar el museo para conocer más sobre su abuela y la industria a la que dedicó su vida. Pude “conectar con mi legado familiar”, expresó satisfecha entre el ruido incesante de un ventilador que remite a las máquinas que desplazaron a gran parte de esta fuerza laboral e impulsaron una migración masiva hacia Estados Unidos.
Al lado derecho del salón principal, hay un taller donde los artesanos del tabaco confeccionan los cigarros Criollitos Sabrositos, el producto que venden al público para recaudar fondos. Ahí trabaja Sofía Osorio Garai, una mujer retirada que aprendió a elaborar cigarros mediante talleres que imparte el Museo y, actualmente, lleva 21 años perfeccionando su técnica.
Sus manos arrugadas estiran la hoja del tabaco hasta dejarla completamente lisa. Recorta los bordes; y, ejerciendo solo la presión perfecta, enrolla la hoja y la picadura de tabaco hasta formar un maso. Con sus dedos humedecidos, la artesana frota el cilindro marrón hasta formar una boquilla por la que se desgustará su creación.
Para Osorio Garai, la gestión del Museo del Tabaco resulta impresindible para inmortalizar esta tradición boricua y garantizar que haya una transferencia de conocimiento de generación en generación. «Aquí me siento a gusto», afirmó.