Arquitectura cuir
Espacios donde las personas LGBTQIA+ encuentran comunidad y libertad
La gestión cultural figura como uno de los propósitos de esta arquitectura. (Pedro Guevara)
La noche que la Policía Municipal de San Juan irrumpió en Loverbar, Natasha Alor estaba en primera fila. Vio cómo el contingente policial, ataviado con camuflaje, boinas y armas largas, desalojó el local LGBTQIA+ ubicado en el Paseo de Diego en Río Piedras.
Este despliegue de fuerza remite al historial de redadas que la uniformada capitalina realizaba en espacios frecuentados por esta comunidad.
“Cinco minutos antes, habían venido unas muchachas a donde mí a decirme: ‘yo creo que la Policía viene para acá porque estaban en el Paseo Bar, pero allá lo que había era como dos o tres’. De repente, yo estoy haciendo algo cerca de la entrada y veo un montón de policías entrando, y yo me tuve que mover del medio porque ellos iban a entrar yo estuviera ahí o no. Fue algo bien impactante”, relató Alor, quien trabaja como artista y mesera en este local.
Aunque el alcalde de San Juan, Miguel Romero Lugo, negó que la clientela de este negocio incidió en la forma en que se intervino para atender un asunto de permisos, Alor explicó que la relación histórica entre la comunidad LGBTQIA+ y la Policía provocó miedo, inseguridad y ansiedad entre quienes estaban allí.
Natasha Alor, también conocida como Tacha Rola. (Pedro Guevara Reyes)
¿Qué es arquitectura cuir?
Para el catedrático Regner Ramos Ramírez, de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Puerto Rico Recinto de Río Piedras (UPRRP), lo cuir implica disidencia y resistencia. Aunque la arquitectura normalmente se refiere al diseño del ambiente construido, la arquitectura cuir se centra en las actividades humanas que ocurren en estos espacios. Frecuentemente, estos lugares incomodan a personas o instituciones que quisieran eliminarlos.
Según un proyecto de investigación de la Universidad Alcalá de Henares, Madrid, “las personas LGBT convierten en queer el espacio mediante técnicas prestadas de otros contextos, permitiéndose así validar ante sí mismas su existencia en un lugar real y ante otras que compartiesen sus gustos”.
En otras palabras, la arquitectura cuir es una forma distinta de mirar los espacios, en la que se reta el orden establecido y se destaca lo que usualmente se mantiene invisible.
La torre iluminada con los colores de la bandera LGBTQIA+. (Vía Pulso Estudiantil)
La torre ilumina el camino
Un elemento esencial para fomentar la creación de nuevos espacios y preservar la memoria de los que han desaparecido radica en la investigación arquitectónica. La UPRRP es la única institución de educación secundaria que está produciendo proyectos de investigación con reconocimiento internacional sobre arquitectura cuir en Puerto Rico, según Ramos Ramírez.
“Cüirtopia” figura como uno de esos proyectos. Esta investigación transmedia consta de un mapa interactivo que plasma los espacios cuir en Puerto Rico y el Caribe. Actualmente, el proyecto se materializa a través de un programa radial que se transmite por Radio Universidad de Puerto Rico y publicaciones en Instagram. Además de estos medios, el trabajo se divulgará como una página de internet que permitirá interactuar con el mapa.
Para el estudiante de Arquitectura Ezra Delgado de León, quien es trans, estos proyectos y clases sobre arquitectura cuir resultan imprescindibles. “Muchos de los precedentes que a nosotros nos mandan a estudiar en la Escuela vienen de personas que, muy violentamente, cargaban con machismos y con racismos en sus ideales; y los pasan directamente a su arquitectura”, estableció. Los estudios sobre arquitectura cuir buscan romper con esos patrones.
Los baños del Centro de Estudiantes no están segregados por género. (Pedro Guevara Reyes)
Baños para todo el mundo
Algunos baños de la UPRRP se adaptaron o rediseñaron para que no correspondan a un género en particular. Es decir, todo el mundo puede usar las instalaciones comunes a la vez, por lo que se denominan baños “inclusivos” o “no binarios”.
“Siento que, con estos baños, uno entra y, como ya está todo el mundo ahí adentro, a nadie le importa qué sea lo que tú vayas a hacer. En el sentido de seguridad para personas trans, lo encuentro seguro y cómodo”, dijo Delgado de León.
La usuaria del baño inclusivo del Centro de Estudiantes Rachel del Mar Amaro expresó que, aunque inicialmente se sentía rara, la inclusión de este tipo de sanitarios públicos le parece algo normal y que se debería implantar en otros espacios. “¿Por qué no hicimos esto antes? ¿Por qué estar dividiendo y haciendo tanto problema? Yo creo que hubiera sido mejor así desde el principio”, planteó Amaro, quien cursa su segundo año de Trabajo Social.
Otra persona que usa este baño, Victoria Chenille Nieves Ríos, indicó que, a veces, siente miedo cuando se encuentra sola con un varón. No obstante, Nieves Ríos, quien es estudiante de nuevo ingreso en el programa de Física, entiende que las ventajas superan los inconvenientes porque “todo el mundo se siente incluido”. Al igual que Amaro, Nieves Ríos cree que este modelo se debe expandir a otros sectores de la sociedad.
Según Ramos Ramírez, el reto principal en la implantación de los baños inclusivos no radica en el diseño, sino en cambiar los reglamentos y códigos de construcción; y convencer a las personas que tienen el poder para tomar estas decisiones.
Loverbar integra el arte y el activismo. (Pedro Guevara Reyes)
Un paradigma riopedrense
Ante un casco urbano en decadencia, Loverbar reactiva el Paseo de Diego en Río Piedras como un espacio de encuentro y de gestión cultural para la comunidad LGBTQIA+.
Jhoni Jackson ideó Loverbar en 2017. No era una novata, pues ya había cofundado Club 77 y organizado espectáculos de transformismo. Inicialmente, celebró actividades de recaudación de fondos. Sin embargo, el paso del huracán María por Puerto Rico aplazó los planes. Tras un proceso extenso para adquirir permisos, Loverbar abrió en 2020.
“Quería algo que fuera nuestro”
Jackson describe que el lugar era “un reguero” al principio. Para transformar el espacio, el equipo de trabajo apostó por la pintura. Se cubrió todo el edificio con un rosa inconfundible. El rosa de Loverbar.
Ramos Ramírez cataloga esta decisión artística como una acertada porque “permite tener un efecto mayor a un costo más bajo”. La inspiración estética para el decorado surgió de las películas de John Waters y del personaje Divine de Harris Glenn Milstead. En fin, Jackson fusionó el diseño de interiores y la cultura cuir para construir el ambiente acogedor, relajado y alegre que quería proyectar.
Todas las personas que trabajan en Loverbar se identifican como LGBTQIA+. Además, este espacio facilita el servicio comunitario a través del proyecto “Closet pa’ la comunidad”, el cual provee ropa gratis a quien la necesite.
Fotogalería · Miradas a un espacio cuir. (Pedro Guevara Reyes)
Espacios “más seguros”
Ramos Ramírez, a través de sus proyectos de investigación, se percató de que algunas barras y espacios LGBTQIA+ tienen una pared en la entrada que impide la visibilidad al interior del salón. En el caso de Loverbar, se usa como un filtro para que toda persona que entre al establecimiento sepa que tiene que seguir cuatro reglas básicas: “No transfobia. No racismo. No homofobia. No machismo”. Sin embargo, la gerencia de Loverbar reconoce que resulta imposible ofrecer un lugar completamente seguro dentro de una sociedad violenta.
Según la Human Rights Campaign, Puerto Rico figura como la jurisdicción con la tasa de asesinatos de personas trans más alta en Estados Unidos.
Además, las fuentes entrevistadas coincidieron en que las personas cuir también son capaces de reproducir conductas machistas y transfóbicas.
Por estas razones, Jackson prefiere usar el término “espacios más seguros”. “No hay espacio seguro, hay espacios más seguros, y ese es un espacio donde se trabaja todos los días, en todo momento, para que sea un espacio seguro, pero nunca vas a llegar a that ideal —it’s imposible”, recalcó la también periodista nacida en Atlanta, Georgia.
Aunque ha vivido experiencias negativas, Natasha Alor ve al Loverbar como su hogar. “Yo trabajo aquí, pero también a mí me encanta venir aquí a janguear, a pasarla bien, pues puedes venir y sentirte segura en casa. Y para mí eso es superimportante. [Loverbar] es más que un trabajo. Aquí, hay una familia. Todas mis amistades trabajan aquí, y creo que eso es bonito. Poder sentir una comunidad, y eso no implica que sea perfecto”, expuso.